El cese del uso de la munición de plomo fue vetada por la UE en los humedales protegidos (en los humedales aragoneses está prohibida desde 2007), por sus efectos en las aves acuáticas que resultan afectadas por el plumbismo o intoxicación por plomo al ingerir los perdigones que quedan esparcidos por el suelo tras las batidas de los cazadores. El plomo es un metal «pesado», es decir, muy estable en la naturaleza, lo que implica que pueden pasar cientos de años hasta su total desintegración, ya sea en el ambiente, ya sea en un organismo. A eso se suma que se acumula en la cadena trófica, por lo que si el ser humano u otro predador consumen un animal que contiene plomo, este se acumulará en el nuevo organismo por un tiempo prolongado. Los efectos del plumbismo son problemas digestivos, que rápidamente evolucionan a problemas nerviosos como pérdida de equilibrio, convulsiones, coma y muerte del animal.
Según informa el medio eldiario.es, tras explicar el programa experimental desarrollado en la reserva de las Masías de Ejulve (Teruel), consistente en emplear munición sin plomo en la caza, con la excepción de los jabalíes, y su posible implantación en áreas cinegéticas de Aragón para frenar el plumbismo, el consejero de Desarrollo Rural de Aragón, Joaquín Olona, indicó que este no está afectando a los buitres, ya que «durante todos estos años de franca expansión de la especie, la actividad de caza con munición de plomo se ha mantenido inalterada en los territorios que sobrevuelan», por lo que «no se puede establecer una relación causal directa y absoluta entre los niveles de plomo plasmático por encima de 200 nanogramos por mililitro de sangre encontrados en determinados ejemplares de buitre y que tales niveles se deban al consumo de piezas de caza heridas con munición de plomo y no cobradas».
Olona tampoco consideró, según los resultados de un estudio realizado entre 1994 y 2006, que esté afectando de una manera preocupante a las poblaciones de quebrantahuesos de Ordesa y de Monte Perdido, tal y como ocurría con las águilas de Doñana.
No obstante, sí admitió que ambas sufren plumbismo por la ingesta de perdigones presentes en los cadáveres de las piezas de caza que carroñean. «Los valores de plomo detectados en ambas especies indican un fenómeno de exposición a este contaminante, si bien las diferencias encontradas entre ambas especies explican los mayores niveles encontrados en el águila imperial teniendo en cuenta el tipo de dieta del águila imperial, con una importante contribución de aves acuáticas, que serían presas potencialmente contaminadas por plomo», señaló.
En cualquier caso, Olona reconoció que «el plumbismo puede constituir una amenaza para la ornitofauna acuática en el caso de aves que ingieran perdigones al confundirlos con las piedras que utilizan para amolar los alimentos en la molleja, lugar donde los ácidos del sistema digestivo pueden transformar el plomo inerte de la munición en compuestos de plomo bioabsorbibles».