El sector agroalimentario no quiere quedarse atrás en la carrera por liderar la economía circular, ese concepto “win to win” en el que todo, hasta el más mínimo desecho de cultivo o industria, puede tener un valor añadido que contribuya a la sostenibilidad económica, ambiental y social.
“Del cerdo, hasta los andares” reza el refranero español porque de ese animal se aprovecha absolutamente todo y esa es la filosofía de la economía circular que, curiosamente, si nos fijamos en la ganadería tiene en el porcino a uno de sus principales baluartes.
El purín (los excrementos del porcino) son uno de los subproductos del campo que están liderando ese concepto porque, con un buen procesado, sirven para abono agrícola o para generar biogás.
Los otros usos de los purines
El grupo empresarial ganadero “Jisap”, con sede en Lorca (Murcia), es un ejemplo de ello: usan los purines como fertilizante orgánico porque suponen un importante aporte de agua y micro y macro nutrientes para los cultivos, siempre que se utilicen en las concentraciones adecuadas y de forma racional.
Fuentes de esta compañía explican que cuentan con sistemas de gestión integral tanto en las granjas como en plantas de tratamientos.
Inicialmente se hace una separación física de la parte sólida, y se obtiene un estiércol/abono orgánico que se mezcla con el procedente de granjas de terneros, lo que permite conseguir un estiércol de “gran valor” para la agricultura. Por su parte, la parte líquida se somete a procesos físico-químicos, se pasa por filtros biológicos y se obtiene agua apta para ser usada como fertilizante.
Esta agua la suelen aplicar en tierras de cultivo contiguas a las zonas de tratamiento del purín, para producir cereales, aceite y cítricos. Con ello, no sólo dan una nueva vida al purín, sino que se logran fertilizantes orgánicos que facilitan la recuperación de suelos y consiguen reducir la emisión de gases de efecto invernadero presentes en estos excrementos.
En el Instituto catalán de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) no son ajenos a esta posibilidad y están inmersos en el proyecto europeo “Circular Agronomics”, en el que participan centros de investigación y universidades de 10 países con el objetivo de incrementar la recuperación y reciclaje de nutrientes a lo largo de la cadena agroalimentaria.
En su caso, son los encargados de implementar un proyecto para valorizar el purín y no sólo usarlo como biofertilizante sino también como generador de biogás y energía limpia.
El investigador del IRTA Víctor Riau destalla que el purín será sometido en una planta de Lérida a digestión anaerobia para obtener gas metano que se puede aprovechar energéticamente.
El ganado vacuno está muchas veces en el foco de atención por sus emisiones contaminantes y, por eso, el IRTA han decidido que otro de los proyectos europeos se destine al vacuno de producción láctea.
Ya han comenzado la investigación para someter a un grupo de animales a una alimentación de precisión, con las dosis justas que necesitan de nitrógeno y fósforo, para reducir el volumen de emisiones contaminantes que emiten. También estudiarán el encamado de las vacas en lechos de distintos tipos de paja para ver si eso puede incidir en la salud del animal y por tanto en sus emisiones.
La economía circular también está presente en la agricultura
La agricultura no se queda atrás en objetivos de economía circular. Y en áreas, como el aceite -del que España es líder mundial- sus prácticas son ya un hecho.
Por ejemplo, en la cooperativa andaluza oleícola El Tejar se recicla el 30-35 % del alperujo que se obtiene en España (2,5 millones de toneladas al año), un subproducto obtenido en las almazaras durante la extracción de aceite de oliva.
Según resalta su presidente, Francisco Serrano, el alperujo se somete a un proceso de centrifugación y secado para obtener un “orujillo” que se lleva a centrales eléctricas para producir energía eléctrica con su combustión. De esa combustión, además, se obtienen cenizas que se reutilizan para abono agrícola porque son ricas en potasio y microelementos.
También le dan una nueva vida a los huesos de la aceituna, que se usa por ejemplo como combustible, y a las hojas del olivo porque contienen polifenoles de alto valor farmacéutico.
Hay casos similares también productos como el caqui, cuya asociación de productores acaba de firmar un acuerdo con la compañía Genia Global Energy -promotora de plantas de biogás- para obtener energía con las 18.000 toneladas de fruto de baja calidad que, en cada campaña, no llegan al mercado.
El biogás producido se inyectará a la red de distribución y supone una energía renovable que se puede almacenar y utilizar en forma de calor, electricidad o combustible.
La industria es otra aliada, y en el caso de la compañía Cerealto Siro Foods, con su socio Tuero, ha puesto en marcha una nueva planta en Venta de Baños (Palencia) destinada a la producción de biogás y fertilizante orgánico.
Se reducen así los envíos a vertederos o centros de tratamientos de residuos en 30.000 toneladas anuales, lo que se traduce en un notable descenso de las emisiones.
Lo beneficios vendrán no sólo por la posible venta del biogás o del fertilizante, sino también por el ahorro en el autoconsumo de energía, según destacan desde la empresa.
Reciclaje y cero emisiones son el objetivo final de todas estas prácticas sin las ya que empieza a no entenderse la forma de producir en el sector agroalimentario.