El 11 de octubre, Arantxa Tapia, consejera de Desarrollo Económico y Competitividad del Gobierno Vasco, compareció conjuntamente con los diputados forales de medio rural de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba, Ainhoa Aizpuru, Elena Unzueta y Eduardo Aguinaco, para anunciar la puesta en marcha del plan «Estrategia vasca para la recuperación de bosques de coníferas», cuyo objetivo es hacer frente a la denominada «peste de los pinos» que afecta en la actualidad a más del 33 por ciento de esta variedad de coníferas.
La principal medida del plan, la fumigación aérea con óxido cuproso de las 40.914 hectáreas afectadas por las bandas roja y marrón después de que se hayan cumplido todos los trámites necesarios ante el Gobierno central, provocó la oposición de algunos sectores entre los que se encuentran colectivos defensores del medio ambiente como ecologistas en acción.
La confederación de más de 300 grupos ecologistas de todo el Estado español denunció que, de acuerdo con el Reglamento REACH (UE) 2015/830, esta sustancia es muy tóxica para los organismos acuáticos y supone un «peligro agudo y crónico» para el medio ambiente, en especial para el medio acuático. Además, se aconseja que se «evite su liberación al medio ambiente» y en caso de vertido, se recomienda «mantenerla alejada de aguas superficiales y subterráneas y retener y eliminar el agua de lavado contaminada».
Según EA, la fumigación aérea con óxido cuproso de las más de 40.000 hectáreas afectadas «supondrá la afección a grandes superficies de montes y ríos y favorecerá la dispersión generalizada del óxido de cobre en el medio natural. Al ser una medida poco selectiva, que no distingue entre ecosistemas, contaminará aquellos acuíferos, ríos y riachuelos situados en las zonas fumigadas, perjudicando a todos los seres vivos que las habitan, bien sean personas, animales o árboles sanos o enfermos».
La Academia de Ciencias Médicas de Bilbao
A esta opinión contraria a este tipo de fumigaciones se suma la Sección de Salud Medioambiental de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, que emitirá hoy un comunicado reclamando a las instituciones vascas que renuncien a las fumigaciones áreas con óxido de cobre y las que se realizan con dimidil.
Esta institución centenaria, cuyo objetivo general es preservar la salud de los ciudadanos, considera que el «uso indiscriminado de pesticidas» provoca «preocupación» entre la «población» y advierte de que «múltiples investigaciones» han probado su «efecto negativo sobre la salud humana».
La Directiva 2009/128/CE del Parlamento Europeo, que tiene como objetivo establecer un marco jurídico común para conseguir el uso sostenible de los plaguicidas, regula un marco de actuaciones comunitario para conseguir un uso sostenible de los plaguicidas. En su artículo 9 establece que «Los Estados miembros garantizarán la prohibición de las pulverizaciones aéreas. 2. No obstante lo dispuesto en el apartado 1, podrá autorizarse la pulverización aérea solo en casos especiales y siempre que se cumplan las condiciones siguientes: a) no debe haber ninguna alternativa viable, o debe haber ventajas claras en términos de menor impacto en la salud humana y el medio ambiente en comparación con la aplicación terrestre de plaguicidas; b) los plaguicidas utilizados deben haber sido aprobados explícitamente para pulverización aérea por el Estado miembro de que se trate, previa evaluación específica de los riesgos que suponga la pulverización aérea(…)»
La Academia de Ciencias Médicas de Bilbao considera al respecto que esta excepción no puede aplicarse a Euskadi, puesto que «es obvio y bien conocido que nuestro paisaje rural está repleto de caseríos y casas de campo distribuidas por todo el territorio». Por lo tanto, esta medida afectará «siempre a sus habitantes al igual que a los animales, al agua, al aire y al medio ambiente».
También señala que el tratamiento con óxido de cobre «puede ser aceptable» cuando se realiza de forma «limitada», pero si se usa de forma «masiva» e «indiscriminada» puede ser «absorbido» por el organismo. La exposición a esta sustancia, que no es «inocua», puede provocar dolor de garganta, irritación de las vías respiratorias, diarrea, dermatitis y puede tener efectos en los riñones y en el hígado. Además, esta sustancia se acumula en la tierra y en el agua. La Academia considera, por tanto, que lo «más razonable» es favorecer la transición de pinos y eucaliptos a «bosque autóctono», respetando la «biodiversidad».