El escritor murciano ha recuperado la en la novela denominada “la tierra desnuda”, los testimonios de los campesinos.
Navarro de Castro es un escritor murciano que creció en una granja de Albacete y aunque en su juventud se trasladó a Madrid, el campo siguió en su sangre. Un buen día, mientras trabajaba en el cine y la televisión, se cansó del estrés y decidió vender su piso que estaba en la capital, para irse a vivir a un valle de Granada.
Ya siendo un “neorrural”, Navarro de Castro descubrió una forma de entender la tierra nueva y pensó que tenía que dejar huella de todo ello. Lo primero que ideó fue un documental y para ello empezó a ir recogiendo testimonios de sus nuevos vecinos. “Les pedí que me contasen sus batallitas y empecé a escribir unos fragmentos que di a leer a amigos y gustaron”, recuerda el escritor. Después, todo su trabajo acabó derivando en la novela denominada ‘La tierra desnuda’.
Homenaje a los campesinos
“Me enamoré de aquella gente, y no por que sigan utilizando un arado romano, algo que hoy en día harán cinco personas en España. Lo que me llenó fue su carácter, su solidaridad, su cariño. El objetivo de la novela es homenajear a aquellos campesinos”, ha apuntado.
Los campesinos realmente no coinciden con lo que sería la imagen tradicional del jornalero. “La diferencia es que los campesinos eran los que tenían una pequeña pieza de tierra (2.000 metros cuadrados), diez gallinas, siete cabras y un marrano. Lo suficiente para sobrevivir, eran pequeños propietarios”, ha apuntado.
Navarro de Castro destaca el apego que tienen los hombres y mujeres a su tierra. “A un campesino de 80 años, cuando se le muere un cerezo, planta otro, sabiendo que probablemente no lo verá crecer. ¿Entonces, por qué lo hace? Porque lo tiene interiorizado, eso es puro ecologismo, aunque si a él le llamásemos ‘ecologista’, probablemente se enfadaría”, ha subrayado el autor, que también valora la gran solidaridad que tienen sus paisanos. “Aquello se ha sostenido en el tiempo gracias a la colaboración de unos con otros. Se juntaban para segar, para vendimiar… Aquí todos se echan un cable, algo que se ha perdido en las ciudades”.
Lo mismo que hizo terminó haciendo, Navarro de Castro ha detectado que entre las personas urbanitas, se extiende la sensación de cierto “cansancio “ sobre la vida en las ciudades. A la vez dicen que no se puede idealizar el campo, según él “La tranquilidad, el paisaje y la vida silvestre están bien, pero no es fácil vivir del autoconsumo. Ser autosuficiente es muy jodido. Hay que producir lo básico y saber conformarse con lo básico. Los campesinos lo hacen porque su vida ha sido así siempre”
El escritor se muestra bastante escéptico sobre nuevas formas de desarrollo rural, como el turismo rural. Apunta, «no creo que haya turismo rural para 5.000 pueblos en España”, “y tampoco pienso que el turismo rural sea la solución para conservar el campo. El campo lo conservan quienes viven allí permanentemente, los agricultores. Lo que necesitamos es que la administración se dé cuenta de la importancia del campo, que sepan que la limpieza del aire depende de los bosques, de que la agricultura produce alimentos…”, opina este autor.