La actividad agropecuaria y forestal en España ya es una fuente de energía renovable y con un potencial de crecimiento inmenso. La aplicación de la economía circular en el medio rural ha conseguido que la biomasa se convierta en una alternativa limpia para dar calor, electricidad o mover vehículos.
“Contribuir a la atenuación del cambio climático y a la adaptación de sus efectos, así como a la energía sostenible” es el cuarto de los nueve objetivos en los que España trabaja para diseñar su Plan Estratégico para la Política Agrícola Común (PAC) post-2020.
En el último borrador del documento de partida del Objetivo 4 de la nueva PAC, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) constata el “papel importante” del medio rural en el suministro de energía renovable, un segmento del que el sector agrícola genera el 4,9 % y el forestal el 5,6 % del total nacional.
Sin embargo, precisa que España “se encuentra a la cola en el ránking europeo por aprovechamiento de los recursos forestales y agroganaderos en la generación de energía eléctrica, térmica, biogás o biometano” pese a la gran cantidad de biomasa que se produce en sectores como el del olivar, porcino, hortofrutícola o forestal.
Un avance “imparable”
La directora de la Sección de Biomasa de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), Margarita de Gregorio, está convencida de que “el avance de las renovables es imparable” en una Unión Europa de la economía circular -una estrategia que cuenta desde el pasado 11 de marzo con un nuevo plan acción- y el Pacto Verde.
“Esta década va a resultar clave para la bioeconomía, y esperamos encontrarnos con agricultores, propietarios forestales, ganaderos e industrias agroalimentarias receptivos a su progreso“, comenta Gregorio.
Y es que, a su juicio, “las posibilidades y las oportunidades son inmensas, ya que se puede trabajar a pequeña y a gran escala, porque existen soluciones a medida de todos los actores” de la actividad agroalimentaria.
Hay muchos ejemplos, algunos que llevan ya tiempo funcionando, como es el caso de la producción de pelets a partir de la paja de cereal y que se han convertido en combustible para una fábrica de queso de la cooperativa Agropal (Palencia), con ahorros de más de la mitad de sus costes de consumo energético.
Plásticos de invernadero que calientan hoteles
La firma de capital español Hintes Oil Europa, situada en Almería, vende un producto alternativo al gasóleo C, pero con más poder calorífico. Ya lo utilizan hoteles, panaderías y explotaciones agropecuarias de varias comunidades autónomas para sus calderas y hornos. La materia prima de este biocarburante es el plástico de los invernaderos que no se puede reciclar y que iba inevitablemente a un vertedero.
El proceso utilizado por Hintes es la pirólisis. “Los productos no se queman, sino que cambian de estado: de sólido a líquido-gas, y luego, a líquido en un circuito cerrado con cero emisiones de dióxido de carbono, a diferencia con lo que ocurre con las incineradoras”, apunta su director general, Fernando Estrada.
El aumento de la concienciación del agricultor y de la sociedad en general por el cuidado del medio ambiente aventura un gran futuro a la economía circular. “Antes nadie se ocupaba de darle una solución al tema de los residuos”, añade
Esta firma también utiliza la propia energía que genera para hacer su carburante. “Aquí pirolizamos todo lo que sea susceptible de convertirse en un residuo, desde el papel de nuestras oficinas hasta los trapos del taller, así que nuestros residuos son cero”, comenta.
Hintes va a duplicar a partir de septiembre su capacidad de producción, hasta situarla en 11.000 toneladas anuales.
También tiene previsto montar una planta en Puertollano (Ciudad Real) ya que la refinería de Repsol de esa localidad está interesada en comprar su combustible, del que sí se puede hacer plástico virgen, compatible para uso sanitario o alimentario.
En Europa están buscando alternativas a las incineradoras y prueba de ello es que en Dinamarca ya está en marcha un proyecto para instalar una planta de producción de hidrocarburos de segunda generación como la almeriense en el que están implicados Hintes y otros socios locales.
Electricidad y abonos de la biomasa del olivar
En Baena (Córdoba), Oleícola El Tejar está inmersa en la biotecnología y, en concreto, en la producción de energía a partir de los subproductos que recibe de las almazaras. De la aceituna, tal y como explica de forma sencilla su vicepresidente, Francisco de Mora, un 20 % es aceite, y el restante 80 %, es hueso y masa parcialmente desengrasada
Esta cooperativa de segundo grado, que recibe un 35 % del orujo que se genera en Andalucía, elimina la humedad de ese 80 % de subproductos con el calor que generan los hornos para así convertirlos en orujo graso seco. Luego, lo somete a un proceso químico que en parte da como resultado el aceite de orujo, que una vez refinado, se mezcla con el de oliva, para más tarde ser comercializado para consumo humano.
Pero su labor no termina ahí. El resto del orujo seco se quema en una caldera, produciendo vapor de agua, el cual se dirige a una turbina que genera electricidad y es volcada a la red eléctrica. “Producimos 300 millones de kilowatios al año”, confirma De Mora. Las cenizas resultantes de la combustión, ricas en potasio, terminan formando parte de los abonos que nutren la alfombra de olivares que cubre el campo andaluz.
El Tejar lleva impulsando la economía circular con obtención de energía de subproductos del olivar desde hace más de 20 años. “Ahora se ha puesto de moda”, apunta De Mora, quien apostilla que “de la aceituna, al igual que pasa con el cerdo, se aprovecha todo”.