La algarroba tiene un gran interés agroindustrial y ha cobrado importancia en diversos sectores productivos y la producción nacional no cubre su demanda.
Aunque la producción se concentra en el Levante, los expertos creen que Andalucía es el lugar idóneo para este cultivo
Islas Baleares es la segunda región española con más superficie cultivada de algarrobo, 14.405 hectáreas, y Andalucía es el territorio con mejores condiciones para expandir su cultivo en España por su gran biodiversidad en las variedades silvestres de este árbol, que dan un mejor rendimiento, y de fincas con extensiones necesarias para poder desarrollar su explotación.
Así lo entiende la asociación Empresas Innovadoras de la Garrofa (EiG), que reúne a la mayoría del sector y que tiene su sede en Santa Bárbara (Tarragona), que con la Junta de Andalucía y la Universidad de Córdoba preparan unas jornadas técnicas para mayo con el objetivo de divulgar las bondades de este árbol.
El ingeniero agrónomo Joan Tous Martí, coordinador técnico de EIG, no duda en afirmar en «el futuro está en Andalucía, más que en Levante, en las grandes fincas de Huelva y Sevilla gracias a la gran biodiversidad».
Actualmente, el cultivo del algarrobo en España, la principal productora mundial, se concentra en la Comunidad Valenciana, con 16.595 hectáreas, e Islas Baleares, con 14.405, sobre el total de 42.611, según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos de 2018 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Cataluña alcanza las 7.357 hectáreas, la Región de Murcia las 1.838 y Castilla-La Mancha tan solo 21, mientras que Andalucía, con 2.395, representa el 5,6% de la superficie nacional cultivada.
Por provincias en la comunidad andaluza, donde la mayoría de las masas forestales de algarrobos proceden de las ayudas de la Unión Europea a la reforestación de la década de los 90 del siglo pasado, se encuentran en Cádiz, con 1.252 hectáreas, Málaga (575), Almería (404), Sevilla (83) y Granada (81).
La biodiversidad andaluza, a la que se refiere Tous, hace que el algarrobo silvestre que se encuentra en Andalucía «sea mucho más productivo» que otras variedades.
El fruto del algarrobo, la algarroba o garrofa, «tiene un gran interés agroindustrial», precisa el responsable de EiG, ya que hoy día ha cobrado importancia en diversos sectores productivos y la producción nacional no cubre su demanda.
De la algarroba, una vez troceada, se obtienen dos productos. Con la semilla, explica Joan Tous, se elabora una harina espesante, «muy apreciada en los helados de calidad, que evita que se formen los cristales de hielo, y también en otros productos, como el ketchup, las mermeladas o las gelatinas» y además se utiliza en la industria farmacéutica.
La pulpa, tradicionalmente destinada en exclusiva a la alimentación animal, «también se usa en los últimos años como sustitutivo del cacao porque sus azúcares son tolerados por los diabéticos y tiene más antioxidantes que el aceite de oliva».
Consuelo Carmen Brígido García, investigadora del grupo de investigación de Evaluación y Restauración de Sistemas Agrícolas y Forestales (Ersaf) de la Universidad de Córdoba, añade que, además de que los azúcares que tiene sean aptos para los diabéticos, la pulpa carece de gluten, lo que lo hace adecuado para el consumo para los intolerantes a esta proteína.
Todo ello hace que el responsable de EiG valore una serie de circunstancias para defender la expansión del cultivo de este árbol como son las coyunturas comerciales, la poca superficie cultivada, los escasos cuidados que necesita, su fortaleza frente a la plagas, la posibilidad de prever su mecanización y su valor medioambiental.
Precisamente, la función en el medio ambiente del algarrobo es uno de los elementos que igualmente pone de manifiesto Brígido, que pertenece a un grupo de investigación de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba que dirige el catedrático Rafael María Navarro Cerrillo.
Consuelo Carmen Brígido ha analizado en Marruecos, en el marco de un proyecto de caracterización de variedades productivas de la ONG Bosque y Comunidad, la capacidad que tiene este cultivo leñoso, lo que le ha llevado a concluir que «España tiene mayor potencial para el cultivo de este árbol», ya que «en condiciones ambientales se pueden convertir en plantaciones ambientales que generan rentas».
En el caso del país magrebí, se han señalado «cuatro variedades distintas para poder incrementar su producción teniendo en cuenta los sectores desfavorecidos, sobre todo el de la mujer».
La investigadora de la Universidad de Córdoba argumenta que el algarrobo puede plantearse como complemento en zonas donde la viña o el olivar son monocultivos y que incluso es una especie ideal para sustituir a las encinas muertas en la dehesa, por cuanto sirve para la alimentación del ganado, ayuda al mantenimiento del suelo, facilita la infiltración del agua en la tierra y favorece el desarrollo del pasto por la sombra que genera.
No sin cierto tono divertido, pero sin desdeñar el rigor histórico, Brígido afirma que «los algarrobos eran como las gasolineras en la Edad Media, se ubicaban de manera estratégica para dar de comer a los caballos y las mulas».
En Andalucía se están seleccionando, según precisa el coordinador técnico de EiG, las variedades de los algarrobos silvestres en prospecciones de campo desde el punto de vista comercial y agronómico.
Los resultados determinan que «las variedades injertadas entran en producción en tres años y en pleno rendimiento en diez o quince, con una producción de diez mil kilos por hectárea en regadío y entre seis y siete mil kilos en secano», explica Tous.