Rosana Álvarez y Arsenio Rodríguez le han puesto cara al proyecto de la Asociación de Ganaderos Montaña a la hora de crear un núcleo de explotaciones de carne de vacuno ecológica con sello propio.
Un proyecto de lo más ambicioso.
La ambición del proyecto es incuestionable, siendo la fórmula mejor que encontró esta pareja de ganaderos para que la producción de sus explotaciones logre ese valor añadido que haga posible el disponer de menos reses y por lo tanto, menos hectáreas para su alimentación.
Además de lograr mejor precio para la producción, piensan que la fórmula va a solucionar el problema existente del relevo generacional en la ganadería intensiva de las zonas de montaña, dejando terreno libre a los jóvenes.
Las 250 nodrizas de esta pareja son de raza asturiana de los valles y pastan en época veraniega en Cubillas de Arbas y Casares. En época invernal lo que hacen es bajar a San Andrés del Rabanedo y Trobajo del Cerecedo.
En estas localidades, el Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León ha debido certificar pastos, manejo de las reses y ejemplares de las explotaciones, donde las dos primeras han conseguido el sello de agricultura ecológica de Castilla y León (Caecyl).
La intención es que una de las dos ganaderías obtuviese la certificación, dejando la otra como explotación convencional, «pero el hecho de tener juntas las reses nos obligaron a certificar ambas».
Tanto Álvarez y Rodriguez no pueden vacunar a los animales que entran o que van naciendo
Álvarez y Rodríguez no pueden vacunar a los animales que entran o nacen en la explotación, alimentar a los terneros con piensos medicalizados, ni ofrecer a los animales piensos o cereales que no lleven el sello de agricultura ecológica. Tampoco es posible descornar las reses ni inseminarlas de forma artificial. «Podemos tratar las enfermedades, pero si precisamos tratamientos agresivos, la carne se vende en los circuitos convencionales», explican.
Los reglamentos les exigen que sus animales no compartan pastos con los de ganaderías convencionales y están sujetos a un régimen de inspecciones que garantiza que cumplen las normas. Optaron por la ganadería ecológica por «filosofía y porque en todas las charlas a las que acudíamos nos insistían en que debíamos conseguir un valor añadido a la producción». A fuerza de darle vueltas a esta idea, «vimos que esta era la opción más viable, porque tú puedes contarle a quien quiera que sólo cebas con cereal, pero si no lo ven no tiene por qué creerte». Desde septiembre, el sello del Caecyl da fe del manejo del ganado de estas ganaderías.
La Asociación de Ganaderos Montaña de León, que preside Arsenio Rodríguez, trata de dar ahora el siguiente paso: que otros ganaderos se sumen a la iniciativa. «En breve vamos a celebrar unas jornadas para que, por una vez, seamos pioneros en algo, en conseguir un sello de carne ecológica para la montaña de León». Otros «dos o tres ganaderos» tramitan la certificación ahora y el interés quedó patentes en una jornada celebradas en Murias de Paredes, «en las que nos juntamos 21 ganaderos».
Aunque la producción ecológica aumenta el coste de la alimentación el ganado, también hay que considerar que es menor el tiempo de cebo de los terneros, los cuales se venden con menos kilos, bajando el coste de producción. A la vez, el precio de la carne sube, por lo que es posible que se reduzca el tamaño de la explotación y vivir de forma digna.